Un niño que lee será un adulto que piensa

 Fomentar la lectura a cualquier edad es siempre sinónimo de enriquecimiento, pero hacerlo entre los más pequeños de la sociedad garantiza un futuro mejor.




Un niño que lee se convertirá, a medida que crece, en un adulto con ideas propias y una mentalidad firme, capaz de cuestionar su entorno y comprender más fácilmente su lugar en el mundo.

Un niño que lee será un adulto que piensa, ya que no hay un dominio más amplio de conocimiento que el que nos ofrecen los libros. La lectura nutre nuestra imaginación y razonamiento con las ideas que otros han plasmado en hojas en blanco. Los niños, sin prejuicios, son capaces de leer con todas sus emociones, lo que les hace receptivos.

Un niño que lee será libre para siempre. La lectura ayuda a pensar, y el pensamiento nos hace libres. Si a tu hijo le gusta pasar tiempo entre historias escritas, es muy beneficioso que continúe haciéndolo.

Esta será la forma más eficaz de exponerlo a la variedad de situaciones, opiniones y conductas que ofrece la vida. Seguramente, la lectura lo formará en tolerancia y fomentará el respeto y la solidaridad.

En muchas ocasiones, como adultos, nos ha sucedido que algo desconocido para nuestro mundo habitual nos sorprende o incluso incomoda.

Estas sensaciones suelen originarse principalmente por la tendencia a creer que lo que es propio es válido, mientras que lo ajeno no puede serlo. Este pensamiento deriva principalmente de la ignorancia.


Mediante la lectura no solo viaja en todos los sentidos, sino que, sobre todo, abre su mente. Descubre otras culturas, modos de vida y costumbres diferentes a las suyas mucho antes que aquel que no lee.

Esto le brinda la conciencia de que hay otras realidades más allá de su entorno cotidiano. Esta conciencia lo moldea en un adulto menos propenso a emitir juicios de valor gratuitos y menos sujeto a pautas preestablecidas por otros.

La lectura también se convierte en un refugio contra las miserias de la vida. Aquellos que leen, incluso considerados "locos" por creer en mundos imaginarios, encuentran consuelo y felicidad en sus ilusiones, mientras que los que no leen permanecen anclados en una realidad convencional que juzga la singularidad de los primeros.

Es esencial permitir que un niño que lee experimente toda la gama de emociones al sumergirse en un libro: llorar, reír, enamorarse de una historia. Alentar su participación en el vasto campo de la imaginación es fundamental para su desarrollo.

Las palabras de Miguel de Unamuno resuenan con verdad: "Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee". Fomentar la lectura desde la infancia construye adultos menos vulnerables, más resilientes y más humanos. La lectura es la fábrica de la imaginación, una actividad que desarrolla y potencia la creatividad a lo largo de la vida.


Un niño que lee no solo adquiere conocimiento, sino que también se convierte en un niño que piensa. Esta afirmación, atribuida a algún genial pensador, resalta la importancia de la lectura en el desarrollo del pensamiento crítico y la capacidad reflexiva de un individuo.

La lectura no es solo una actividad intelectual; es juego, entretenimiento, construcción de sueños y un estado de ánimo.

Al sumergirse en las páginas de un libro, el niño experimenta momentos de aislamiento, pero también encuentra compañía en los personajes y las historias. La lectura es un placer que brinda recuerdos cumplidos y anticipa otros que se cumplirán en el futuro.

Además, la lectura sirve para explorar las inquietudes más internas del niño, acercándolo a su propio mundo interior. Es un medio para alimentar la curiosidad, fomentar la imaginación y desarrollar la empatía al comprender las experiencias y emociones de los personajes.

En resumen, leer no solo es adquirir información, sino una experiencia completa que enriquece la mente, estimula la creatividad y contribuye al desarrollo integral del niño.


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