Si gritas, tus hijos dejarán de escucharte…

 La comunicación asertiva desempeña un papel fundamental en el bienestar emocional de los niños y en las relaciones familiares en general. Los adultos deben reconocer que los gritos son una manifestación de la frustración que surge cuando sentimos que perdemos el control de una situación.


Sin embargo, el uso de gritos no contribuye a una comprensión efectiva; más bien, bloquea la receptividad de la otra persona y dificulta el razonamiento de cualquier argumento.

Es importante comprender que gritar no es una forma constructiva de comunicarse. Se puede expresar lo mismo de manera más efectiva y con palabras más adecuadas.

El acto de gritar puede ser percibido como agresivo e incluso puede tener un impacto negativo en la salud emocional tanto del que grita como del que recibe esos gritos.

Los gritos, lamentablemente, son demasiado comunes en muchas familias, perpetuando la agresividad y generando un tipo de maltrato invisible que a menudo se acepta socialmente.

Es esencial cultivar un diálogo empático y asertivo para promover una comunicación efectiva tanto con la pareja como con los hijos. Los niños necesitan ser expuestos a este tipo de comunicación para aprender a comunicarse de manera saludable.

La forma en que se habla, el tono de voz y el lenguaje corporal son componentes cruciales en la comunicación.

Si los padres utilizan un tono de voz enfadado o un lenguaje corporal agresivo al hablar con sus hijos, esto dificulta el establecimiento de una comunicación efectiva y puede generar dolor emocional.

La comunicación se presenta como un arte que todos podemos aprender. Aunque es natural cometer errores en la comunicación de vez en cuando, la clave radica en ser conscientes de ello y buscar soluciones para corregirlo.

Fomentar una comunicación asertiva en el hogar contribuirá no solo al bienestar emocional de los niños, sino también al fortalecimiento de los lazos familiares.


Hablar con cinismo, ironías o gritos tiene un impacto significativo en la calidad de la comunicación, y los niños son particularmente vulnerables ante estas formas de expresión negativas.

El tono y la forma en que nos comunicamos son tan importantes como las palabras que elegimos. Los niños, al ser más susceptibles, se ven especialmente afectados por los gritos, ya que pueden sentirse indefensos ante la agresividad.

Es crucial evitar gritar a un niño, ya que este tipo de comunicación puede tener consecuencias graves en su desarrollo emocional. Gritar puede provocar baja autoestima, temores, inseguridad, depresión y, en algunos casos, comportamientos agresivos.

Si en algún momento te ves gritando a tus hijos debido a fatiga, estrés u otras razones, es importante pedir disculpas.

Reconocer tus propios errores y disculparte demuestra responsabilidad y enseña a los niños sobre la importancia de asumir la responsabilidad de sus acciones.

Una crianza basada en gritos y autoritarismo puede causar problemas familiares a largo plazo.

En cambio, abogar por una crianza que tenga como base el respeto, la confianza y la buena comunicación es más propenso a fomentar un ambiente familiar saludable.

Gritar a un niño puede resultar en consecuencias negativas, como la imitación de los gritos, la inmunidad a ellos (necesitar más gritos para lograr el mismo impacto), que los hijos comiencen a gritarte, que vean el grito como una forma normal de comunicación en momentos de frustración y, en última instancia, la disminución de la empatía.

Es importante recordar que gritar no es solo una forma ineficaz de comunicarse, sino que también puede considerarse una forma de maltrato. Optar por métodos de comunicación más respetuosos y efectivos contribuirá al bienestar emocional de los niños y fortalecerá los lazos familiares.

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