Utiliza palabras, no gritos, pues es la lluvia la que hace crecer las flores, no la tormenta

No por alzar más la voz nos haremos entender mejor. El grito agrede y humilla, convirtiéndose así en un tipo de comunicación agresiva bastante común en muchas dinámicas familiares.


 El grito no educa ni edifica una relación de pareja saludable, al contrario, el grito se convierte a menudo en el tipo de maltrato invisible más común.

  Hay gente que cree que si alza la voz o grita va a imponer su verdad, su razón y ocurre todo lo contrario. 

  La persona que recibe el mensaje se siente ofendida, agredida y se pierde la comunicación. Dejar de gritar al hablar es una norma de urbanidad que debería practicarse todos los días.


  Las palabras tienen poderes. No me acuerdo bien de quién o cuando escuché esta afirmación, pero lo que sé es que con el tiempo me fui dando cuenta de que eso es cierto. 

  Hay palabras que hieren, que lastiman, especialmente si son dichas muchas veces por los padres o profesores. Los gritos y las explosiones que usan muchos padres para conseguir disciplina, pueden causar heridas profundas en la autoestima de los niños.


Palabras que hieren


  Los padres suelen subestimar el valor de la palabra. La forma en que esta golpea en el interior a los niños puede ser igual o peor que una bofetada. Por este motivo, los adultos deben ser muy conscientes de lo que dicen y la manera que utilizan para expresarse.

  El maltrato verbal es una de las características más recurrentes de violencia infantil. Un hábito, a veces inconsciente, que tienen los mayores para lograr los resultados que esperan de sus hijos.


Causa baja autoestima y complejo de inferioridad


  Puede parecer que unas simples palabras no dañan, pero el abuso verbal repetido puede causar serios problemas emocionales y psicológicos en la víctima. 

  Cuando alguien le repite constantemente a otra persona que la culpa es suya, que lo hace todo mal, que no vale para nada, etc., al final uno se lo acaba creyendo y lo acaba interiorizando.

  El resultado de esto es que la persona acaba sufriendo un complejo de inferioridad y una autoestima baja, porque gran parte de cómo nos evaluamos depende de la opinión que los demás tienen de nosotros.

  En razón de eso, el niño puede mostrar dificultad para relacionarse con los demás, sacar malas notas en el colegio, mojarse en la cama, o adquirir costumbres de chuparse el dedo, etc. Eso sin hablar de lo vulnerable que puede convertirse frente a otros tipos de abuso.


Nunca debemos levantar la voz a un niño


  El estilo comunicativo con el que se educa un niño suele tener una gran implicación en su desarrollo personal y emocional.

 Es común, por ejemplo, encontrarnos en las aulas con alumnos retraídos caracterizados por una baja autoestima a causa de unos padres que ejercen de forma habitual una comunicación agresiva basada en mandatos y amenazas.


Baja el tono, mejora tu argumento


  A nivel de pareja los gritos pueden ser auténticas agujas que se clavan en nuestro interior para herir nuestra integridad y desangrar la autoestima. Es una conducta destructiva que no debemos tolerar.

   Porque quien te ama te respeta, quien te quiere no te agrede y la comunicación agresiva es un maltrato real.

   El volumen con el que le hablamos a nuestra pareja corresponde a la característica «paralingüística» del factor asociado al lenguaje verbal. Normalmente, un volumen alto suele relacionarse con la autoridad, aunque esto no signifique que llevemos razón.


  También es cierto que en ocasiones hay quien se ha acostumbrado a alzar la voz. Piensan que solo por gritar van a imponer siempre su verdad y su razón. 

  Con un tono adecuado puedes seducir, calmar, ofrecer confianza y generar cercanía. Un grito, por lo contrario, hará que generares rabia, desconfianza y temor en tu interlocutor. 

 No es constructivo ni respetuoso, y por ello debes gestionar tus propias emociones y tener un control sobre este aspecto.



 Por el simple hecho de gritar, muchas personas dejan de escucharnos. Perciben que hemos perdido el control de la situación y la única forma que nos queda para intentar imponernos es a través del grito. 

Sin embargo, lo que no sabemos, es que nuestro interlocutor ya no nos está prestando atención. Estaremos gastando energía y sufriendo emociones negativas para nada. Así pues, no hay nada mejor que un volumen de voz adecuado que permite a la persona que tenemos en frente sentirse cómoda.


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