Predica con el ejemplo para corregir la conducta de los niños

 

Una de las más maravillosas experiencias de la vida es la de ser padres, puede llenarte de satisfacciones y alegrías, pero también representa una enorme responsabilidad con esa personita que necesitará de su amor, cuidados y educación.   


   La verdad es que nadie está realmente preparado para esa gran aventura de ser padres. Es por eso que la educación de tus hijos muchas veces significa emplear a la vez tu intuición y la experiencia que vas adquiriendo. 




 Aun así, existe una regla de oro, una máxima que aplicará siempre cuando quieras enseñarle algo a tus hijos: predica con el ejemplo.



  Hoy en día existe tanta información y tantas fuentes diferentes, que es común que los padres primerizos... y los no tan primerizos, caigan en el error de creer que para educar bien a sus hijos alcanza con tener una lista de estrategias o herramientas fijas a mano, y que siempre se podrá recurrir a ellas en todos los casos.      


  Los niños empiezan a conocer poco a poco el mundo que los rodea mediante sus padres, pues ellos son sus principales modelos de conducta. 

Los niños aprenden por imitación


  Por supuesto, conocer la teoría para tener una base de dónde partir es importante, pero lo cierto es que siempre la realidad es más compleja que cualquier libro. Y aunque en ocasiones esos consejos puedan ser útiles, lo que mejor resultará en casi todos los casos es enseñarles con el ejemplo.


  Es más, los niños aprenden mucho mejor y más rápido por imitación que por las palabras, así que eso de “haz lo que yo digo y no lo que yo hago” pocas veces dará buenos resultados.

   

   Los niños pasan todo el día durante sus primeros años viendo los actos de sus padres, sus respuestas, cómo manejan sus emociones y reacciones, y estas actitudes los formarán tan profundamente que les marcarán para toda la vida.


  Y el valor e importancia de este ejemplo queda claro cuando recordamos que los niños no tienen ningún patrón de referencia para diferenciar entre el bien y el mal, y que lo único que tendrán para poder diferenciarlos será el modelo de sus padres.    

 Esto sin duda representa una gran responsabilidad para los padres, por lo que deben estar muy atentos a siempre ser buenos ejemplos para sus hijos. Y además es fundamental que los niños no vean incoherencias entre los comportamientos de sus padres y sus palabras.


 Sus actos deben ser consecuentes con lo que dicen, por ejemplo, si le dices a tu hijo que no debe mentir, se sentirá confundido si luego te ve mintiendo, y puesto a priorizar entre seguir lo que dices o tu ejemplo, siempre seguirá tu ejemplo.    

  Y con el manejo de las emociones pasa exactamente lo mismo. No esperes que tus hijos sean tranquilos, que no tengan rabietas, que obedezcan y se autocontrolen cuando todo el tiempo ven a sus padres teniendo comportamientos violentos, se enfadan y discuten todo el tiempo.


 Los niños podrán no entender bien las palabras y argumentos, podrán no saber quién de los dos tiene razón, pero siempre entenderán con toda claridad el significado de las emociones que esconden. Y creerán que esas actitudes son normales y aceptables, simplemente porque es el ejemplo que recibieron.   




Un factor fundamental: La coherencia entre el dicho y el hecho


  Habla menos, haz más, y recuerda siempre ese refrán que lo dice tan claro: “un acto vale más que mil palabras”. Podrás pasarte horas y días enteros hablando y explicando a tus hijos qué deben o no hacer, que bastará un solo ejemplo de que hagas lo contrario para derrumbar toda tu prédica. 


  Recuerda que en cuanto a la educación infantil, siempre será mucho más fácil para los niños imitar un comportamiento que llegar a entender por el razonamiento sus consecuencias.   

  Debes ser coherente con las actitudes que esperas que ellos tengan,  tus acciones deben ir de la mano con tus palabras. Los niños están atentos a todo lo que haces, y si tienes una doble vara para medirte y medirlos a ellos, ellos lo sabrán, se confundirán y perderás tu autoridad moral. 


  Así es que antes de exigirles nada, debes estar seguro de estar dando el ejemplo correcto. En efecto, muchas veces el proceso de educar a tus hijos demandará un desarrollo personal por tu parte.
 

Nadie es perfecto y también cometerás errores, por eso acéptalo y pide disculpas a tus hijos. Ellos lo entenderán, y aprenderán que todos se equivocan, lo importante es reconocerlo con humildad y hacer su mayor esfuerzo por no repetir ese error. Siempre, siguiendo tu ejemplo.  


Fuente: Etapa infantil

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