Nunca te adaptes a lo que no te hace feliz

A veces lo hacemos, nos adaptamos a lo que no nos hace feliz como quien se calza un zapato a la fuerza pensando que es su talla, y al poco, descubre que es incapaz de caminar, de correr, de volar…


 La felicidad no duele y por tanto no debe oprimir, ni rozar ni quitar el aire, sino permitirnos ser libres, ligeros y dueños de nuestros propios caminos.

  En práctica, es como si la vida girara tan rápido que no nos da tiempo a parar, reflexionar y darnos cuenta de que no vamos por el camino correcto o, al menos, por el camino que nos permita ser más felices y sentirnos más satisfechos. 

 Así seguimos funcionando en piloto automático, nos olvidamos de vivir y nos limitamos a sobrevivir como buenamente podamos.


La búsqueda de la seguridad es una espada de doble filo 


  Aunque no siempre somos conscientes de ello, en muchos casos preferimos la seguridad a la felicidad. 

 Esa es la razón por la que muchas personas pasan toda su vida soñando con algo pero nunca deciden a dar el paso porque eso significaría renunciar a la seguridad conquistada.

  El problema comienza cuando esa seguridad no nos hace felices sino que nos convierte en personas amargadas y frustradas, con la vista siempre puesta en un futuro que no nos atrevemos a hacer realidad.

 El problema es cuando hemos creado lazos que nos atan tan fuerte que nos impiden respirar.


La adaptación asegura la supervivencia, no la felicidad 


  Nuestra capacidad de adaptación es enorme, pero el problema es que la adaptación está enfocada a la supervivencia, no a la felicidad. Esto significa que podemos adaptarnos a situaciones que no nos hacen felices, solo porque prevalece el instinto de supervivencia, que es muy poderoso.

  Esa es una de las razones por la que las personas pasan gran parte de su vida realizando trabajos que no les gustan o mantienen relaciones que han dejado de satisfacerles emocionalmente con personas con las que ya no tienen ningún punto en común más allá del hábito construido a lo largo de los años.


  Nos adaptamos a situaciones que nos hacen infelices debido a que estas generalmente ocurren de manera paulatina. Sin darnos cuenta, nos sometemos a un mecanismo de desensibilización sistemática.

  Ocurre a menudo con la violencia: primero llegan las humillaciones verbales, luego se escapa un golpe y al final la violencia se convierte en el pan cotidiano.


Para ser feliz hay que tomar decisiones



  A pesar de que nuestro cerebro sea resistente al cambio y nos invite elegantemente a permanecer en nuestra zona de confort, está diseñado genéticamente para hacer frente a los desafíos y sobrevivir ante ellos. De hecho, hay un dato relacionado con esto mismo que nos invita a la reflexión.
  
 Investigaciones hechas sobre el tema definieron hace unos años un concepto denominado «Efecto Flynn». Se ha observado que año a año las puntuaciones del cociente intelectual siguen subiendo.
 
  Ahora bien: un CI elevado no siempre va de la mano de la felicidad. Parece que eso de ser feliz y disponer de un entramado neuronal más extenso y fuerte no siempre garantiza nuestro bienestar psicológico. Es extraño y desolador a la vez.

 Y es que nos hemos adaptado a esta sociedad de la información pero a la vez, nos recluimos en nuestras zonas de confort como quien mira la vida pasar, inventando un sucedáneo felicidad, una marca blanca que ha instantes caduca y nos aboca al estrés y la ansiedad…


Lo primero que debes tener claro es que no puedes dejar que tu felicidad dependa de factores externos


  Ninguna persona o situación de afuera puede ser responsable de que te sientas feliz. Eso es algo que debe depender exclusivamente de ti mismo. Está claro que las circunstancias pueden afectarnos en cierta medida, pero será más o menos de acuerdo al poder que tú mismo les otorgues. 

 Por muchos cambios que estemos atravesando, tu armonía solo se ve perturbada cuando permites que lo que pasa a tu alrededor prevalezca sobre tu bienestar interior. Entonces, si no te sientes feliz tienes necesariamente que revisar qué cosas debes soltar para recuperar tu paz o qué rumbos tomar para lograrlo.

 
  Por eso, no debemos darle a nada externo la fuerza de controlar nuestra vida y el hecho de adaptarnos a lo que no nos gusta es una demostración de perder nuestra autonomía. 

 Todo cambia, algunas cosas lo hacen de manera más espontánea que otras, en muchos casos debemos intervenir activamente para procurar los cambios y responsabilizarnos por nuestra felicidad.

  La felicidad no llega sola, es necesario tomar decisiones. Debes ser consciente de que para avanzar tendrás que dejar cosas atrás. Si cargas con todo, el peso no te dejará progresar. Llegará un punto en la vida en el que no necesitarás zapatos sino que podrás atreverte a caminar descalzo. Si realmente lo deseas.


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