Lo que se habló en amistad, no se divulga en enemistad. Aprendan a ser leales

La lealtad es una práctica de la que muchos hablan y que todos dicen practicar. Sin embargo,  cuando llega el momento de la verdad todas estas palabras se desvanecen en el viento como el rocío de la mañana, porque la lealtad está basada en el respeto y el respeto no es más que el fruto del amor, del cariño más sincero.


 Este término es algo más que un simple valor personal, es una forma de plenitud interior que deberíamos saber practicar. Porque la lealtad es el mecanismo más auténtico de conectar con alguien, a la vez que con nosotros mismos.

  Es vital que seamos leales a nuestros instintos e intuiciones, a nuestros valores así como a las personas que nutren y dan forma a nuestro corazón.

  Estos deberes van más allá de lo que la ley o las costumbres imponen. Muchas veces ser leal implica renunciar a cosas que queremos, entre las que se encuentran también nuestro propio orgullo o nuestra propia vanidad, pero es la única manera de probar que la lealtad es sincera.


  Sabemos que en muchas ocasiones «la fórmula» no funciona. Quien trata con respeto no siempre recibe respeto. Ofrecer amor no siempre equivale a poder recibirlo. Sin embargo, el que no siempre acontezca esta suma de factores no significa que debamos dejar de practicarla.

  La lealtad entonces es el último gesto que tenemos en una relación y que consiste en romper con una persona de manera franca y sincera, dejando claro que no hay esperanzas de retomar la relación.  

  Porque de otra manera, no resulta una actitud gentil, y en cambio se transforma en una realidad cruel para las personas, porque quedan sumergidas en una esperanza sobre algo que ya no podrá volver a ser. Eso también es ser leal.


  Pero hay algo que debemos tener en claro y que es esencial dentro de los valores que todos debemos cultivar como seres humanos: la lealtad hacia una persona o un grupo de personas es independiente de la actitud que esta persona o este grupo de personas tiene hacia nosotros.  

  Esto mismo aplica a la lealtad hacia nuestro país o nuestra familia o incluso hacia un empleador que nos ha jugado una mala pasada.

  No estamos obligados a quererlos ni a aprobarlos ni a intentar obtener beneficios secundarios, simplemente nos respetamos a nosotros mismos y somos leales aún ante la adversidad.

  La lealtad exige por tanto una gran dosis de valentía personal. Porque el coraje de ser nosotros mismos, lo queramos o no, nos va a suponer tener que librar más de una batalla a lo largo de nuestros senderos vitales, y esto, es algo que debemos tener claro desde el principio.

  ¿Alguna vez te pusiste a pensar cuánto amor implica ser leal? 

  La lealtad es un bien tan preciado que para poder darlo a los otros antes debemos poder amar de manera sincera, real y respetuosa y esto a su vez hará que otros puedan brindarnos su propia lealtad también de manera sincera, real y respetuosa.



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