Los abuelos nunca mueren, duermen en nuestro corazón.

El mayor legado que nos dejan los abuelos no es lo material, sino esas vivencias y esos valores que seguiremos teniendo presentes por mucho tiempo que pase.



  Los abuelos nunca mueren, se vuelven invisibles y duermen para siempre en lo más hondo de nuestro corazón. Aún hoy los echamos en falta y daríamos lo que fuera por volver a escuchar sus historias, por sentir sus caricias y esas miradas llenas de infinita ternura.

  Sabemos que es ley de vida, mientras los abuelos tienen el privilegio de vernos nacer y crecer nosotros hemos de ser testigos de cómo envejecen y dicen adiós a este mundo. Su pérdida es casi siempre la primera despedida a la que hemos tenido que enfrentarnos en nuestra infancia.

  ¿Cómo no guardar en un lugar preferencial de nuestros corazones a ese abuelo o esa abuela preferidos que han dejado una huella indeleble en nuestras memorias?


Los abuelos transmiten amor y enseñanzas.


  Los abuelos no son solamente una guía en el mundo de los niños. Son también eternos cómplices. Prefieren abrazar a sus nietos antes que retarlos y con ellos la vida no es más que risas, recuerdos felices y travesuras.

  Los abuelos enseñan paciencia a sus nietos mimándolos y dándoles su apoyo en momentos de crisis en momentos en que pierden algunos de sus padres o a otro miembro de la familia.

  Gracias a los abuelos, los niños aprenden también a comunicarse de manera diferente y expresar sus emociones. Ellos tienen otra forma de manejar las situaciones utilizando y compartiendo sus historias y sus conocimientos adquiridos a lo largo de la vida. Esto ayuda a los niños a ver las cosas desde otra óptica.


  Los abuelos transmiten el gusto por cosas simples como la cocina, la jardinería, juegos que jugaban de chicos así como las tradiciones y las historias familiares. 

 ¿Acaso no recordamos con afecto anécdotas contadas por nuestros abuelos y ahora se las transmitimos a nuestros hijos? Los abuelos son también fuente inagotable de canciones, cuentos populares y tradiciones plagadas de enseñanzas.

  Queda un poco lejos la época en que los niños, los padres y los abuelos vivían todos bajo el mismo techo y compartían el mismo día a día. Hoy, las relaciones familiares a veces son complicadas y distendidas.

   En algunas familias suelen acontecer situaciones de divorcios, separaciones, familias ensambladas, monoparentales y los lazos que se tejen con los abuelos a veces tienen baches impidiendo que se construya una relación sólida. Es esencial hacer todo lo posible por mantener esta unión, favoreciendo al máximo toda oportunidad de relacionarnos.


El adiós a los abuelos: la primera experiencia con la pérdida


  Hay quien tiene el privilegio de tener a su lado a alguno de sus abuelos habiendo llegado a la edad adulta.

 En cambio, muchas personas tuvieron que afrontar su muerte en la primera infancia, en esa edad en que aún no se entiende la pérdida en todo su realismo y donde los adultos, en ocasiones, la explican mal, como intentando dulcificar la muerte o hacer como “si no doliera”.


¿Cómo hablar con los niños de la muerte de los abuelos?


  Hoy, muchos abuelos tienen más tiempo para dedicar a sus nietos que las generaciones precedentes. Las familias son menos numerosas, los niños llegan a veces tarde a nuestras vidas y hacen que nuestros padres, algunas veces jubilados y desde hace mucho tiempo sin niños en la casa, tengan más tiempo disponible para sus “pequeños amores”.

  De modo que cuando llega el difícil momento en que debemos enfrentar la muerte de uno de ellos esto es algo muy difícil para nuestros niños y también para nosotros.


 Pero el lenguaje de un abrazo, de una caricia, de una sonrisa cómplice y de un paseo a media tarde compartiendo silencios mientras vemos el atardecer. Todo ello perdurará para siempre, y es ahí donde acontece la auténtica eternidad de las personas. En el legado afectuoso de quienes nos aman de verdad y nos honran al recordarnos cada día.


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