La terapia de leer libros antes de dormir para un mejor descanso

El viejo hábito de leer un rato antes de apagar la luz es uno muy común entre personas exitosas y que puedes imitar tranquilamente.


  La terapia de leer libros antes de acostarnos no es una terapia que se enseñe ni se recete de manera profesional, sin embargo, si consideramos que una terapia ayuda a sanar, y sabemos que la literatura es enormemente beneficiosa para el cerebro, podemos asegurar que una terapia con libros será efectiva para mejorar el descanso.
  Más que una costumbre es un placer. Leer antes de dormir nos libera de un día de preocupaciones. 

 Es un instante privado donde sumergirnos en un mar de letras, en un mundo de posibilidades que nos lleva de la mano y de la mente hacia escenarios emocionantes. Este hábito es uno de los preferidos de nuestro cerebro porque le encanta ser nutrido, estimulado, seducido cada noche…


  Cada cual tiene sus hábitos, sus costumbres y estilo de vida. Sin embargo, lo queramos o no, esas rutinas previas al descanso nocturno determinan en muchos casos nuestra calidad de vida. 
 Si leer antes de dormir ha sido desde siempre una tradición milenaria y habitual, en los últimos tiempos es algo en peligro de extinción.

  Durante los últimos años y a medida que la tecnología se desarrolló optimizando artículos electrónicos como celulares inteligentes, tabletas, notebooks, y hasta televisores conectados a Internet, en paralelo, distintos estudios científicos han demostrado que uno de los mayores impedimentos para tener una buena noche de sueño es mirar televisión o alguna otra pantalla antes de acostarse.


  Ahora, nuevos estudios científicos avalan que además de lo negativo que es la exposición a pantallas antes de dormir, la prolongada permanencia de ver una película o un capítulo de una serie o varios, también atenta contra el buen sueño y descanso para estar óptimos al otro día.
 

Una forma de relajación muy efectiva


  Un estudio llevado a cabo por la organización «The Sleep Council» de Reino Unido, concluyó con algo muy interesante. A saber, leer entre media hora o una hora justo antes de acostarnos, reduce de manera significativa nuestros niveles de estrés.

  La mente se distrae y se aleja de nuestras presiones cotidianas. Le ofrecemos un escenario donde liberarse, sentirse segura y relativizar.


  Asimismo, se ha podido demostrar que nuestros músculos también se relajan. Es más, nuestra respiración se ralentiza y se vuelve más rítmica.

 La lectura es para los expertos la mejor alternativa ante la televisión o los dispositivos electrónicos. 
 Estos últimos «engañan» al cerebro haciéndole pensar que aún es de día. Todo ello se debe a la luz azul, la cual reduce de forma directa la producción de melatonina.

  Los libros tienen el poder de sumergir al lector en universos fantásticos, alejándolo del estrés y de los muchos compromisos que alimentan las preocupaciones cotidianas. 


  Sumergirse en la lectura significa olvidar, por un momento determinado, todo lo que durante el día no te hace descansar: una disputa, ansiedad por el trabajo o un examen, estas cosas se olvidan de repente, para abrirle lugar al mundo que nuestro libro quiere contar.

  Las novelas históricas, anecdóticas o divertidas son ideales para conciliar el sueño en completa serenidad y tranquilidad.
  Una bella novela histórica, por ejemplo, tal vez centrada en el personaje que tanto nos ha intrigado entre los pupitres de la escuela, ayudará a nuestra mente a alejarse del estrés cotidiano y abandonarse a aventuras mágicas.


  Leer antes de dormir es como coger un billete directo hacia una isla de paz. Es permitirnos ser alguien diferente, con otras rutinas, otras pieles y otras misiones. 

 Solo durante media hora o dos horas, nos podemos permitir conectar con ese universo paralelo para descansar de la realidad.

  Hacerlo, regalarnos esos instantes diarios de paz, es entrenar a nuestro cerebro en el arte de la calma y la relajación. No dudemos por tanto en practicar este ejercicio cada noche, vale la pena y vale la salud. Cojamos un libro de papel (no electrónico) y dejemos que nos lleve ahí donde él desee.


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