Las cosas se rebelan
Una vieja leyenda
americana cuenta del día que las cosas se rebelarían al hombre.
Y es el hombre el que ya ha venido a ser cosa.
Las manos del hombre tienen forma de grúas, se han hecho tan
delicados sus dedos que pueden tallar sobre granos de arena y tan fuertes que
con poleas de hierro pueden levantar rocas inmensas, puentes y hogares lo mismo
que árboles, edificios y trenes.
Sus ojos se han estirado
al fin del cosmos, o se han hecho lugar entre las partículas más invisibles. Su
rostro se ha reflejado en los espejos en todo el mundo y ya lo que uno ve lo
ven millones a la vez.
Su voz se ha hecho
invencible. Una orden o un ruego puede girar al mundo mil veces antes de que
una u otra oreja lo escuche. Y las orejas pueden oír hasta el susurro del
principio de los tiempos. Ya los pensamientos.
Sus piernas no menor
prodigio, se han hecho veloces como trenes y vehículos que van más rápido de lo
que se los oye. Se hicieron piernas de saltadores y pueden tocar la Luna de un
sólo rebote.
Se han hecho sus hogares
cada vez más grandes, más fríos. Más difíciles de llenar.
Su memoria ya recuerda
todo y lo sabe todo al instante. Su gran cerebro abarca todo y no lo toca nada;
virtualmente es el cerebro de todos y piensa en todos y por todos.
El hombre se ha hecho a sí mismo el gigante que antes sólo
andaba las fábulas...Un coloso, un Titán de dimensiones exageradas que expande
sus sentidos a través de las máquinas... sus magníficas cosas,
criaturas...rebeldes.
Sus estómagos han
crecido y han empequeñecido al de otros.
Sus cerebros, ojos,
manos, piernas, lenguas, orejas y aún sus narices son más rápidas, fuertes y
grandes.
Mas el corazón sigue siendo el mismo. O menos. Se ha empobrecido
buscando fuera lo que ya estaba dentro. Ha ido a dar por los confines del mundo
robando y matando por más cosas. Ha hecho de su uño una roca explosiva y
mortal. A dado al amor de las cosas más amor que al
hombre mismo. Se ha denigrado, se ha hecho cosa desconociéndose más que sólo
cosa. Ha visto a todo como cosa, obtenible, querible y desechable. Y ha
aprendido a hacer consigo mismo y los demás, de la misma forma de ese usar y
luego arrojar sin más.
Y es esa la verdadera
rebelión de las cosas que al hombre que era le han borrado las formas de
hombre, por darle aristas de plástico, acero y madera. Hasta hacerle utensilio,
en ese sueño que él era.